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Aroma a quirquiña

(Mi lengua materna: Naira, el lenguaje del amor)



Porque muchas historias de amor se tejen en la cocina. Ésta no es diferente; crece al calor del horno, sobre el regazo materno, de la mano de las mujeres de la casa y del inconfundible aroma a quirquiña. “El sabor de la casa” se aprende pronto y ese saber nos acompaña toda una vida. Es una suerte de bondad reservada para todas.


Yo tuve la fortuna de crecer de la mano de dos grandes cocineras: Lily y Betty. Distintas en todo, ambas compartían una sola salsa: la llajwa, y en ella un solo ingrediente infaltable: la quirquiña.


La quirquiña (porophyllum ruderale) es una planta rústica que alcanza hasta 30 cm de altura y tiene hojas de color verde azulado con unos pequeños poros por los cuales segrega el aceite que contiene un delicioso aroma y sabor. Esta planta es muy apreciada en medicina tradicional porque ayuda a controlar los niveles de colesterol, mejora la digestión, el sistema inmune, y combate la anemia. Por sus propiedades antiinflamatorias y cicatrizantes, es usada tópicamente para aliviar el dolor de enfermedades como el reumatismo, y para tratar quemaduras.


Las abuelas, en su sabiduría infinita, nos cuidaban con ésta y otras deliciosas hierbas. La llajwa, en ambas casas, se preparaba con los tomates más frescos, los locotos más fieros y con quirquiña crecida en el jardín. Ella también era de casa, era nuestra, como la lengua materna que aprendemos, compartimos y no nos deja ir… aunque algunas estemos hoy, tan lejos.


© BAGG

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